Lengua  Larga 

Había una vez un perro que se llamaba Clifford. Era grande, peludo y de color rojo. Vivía feliz con su familia en una granja cerca de la ciudad. En la granja se divertía persiguiendo animales con su amigo Bruno. En el patio de la mansión de Rocky hacían huecos para esconder huesos. Un día, Clifford salió a pasear por la calle. Le gustaba ver a los otros animales y a las personas que pasaban por ahí. De repente, vio un gato blanco con manchas negras que le llamó la atención, porque era perseguido por sus amigos Bruno y Rocky. Clifford empezó a perseguirlos, sin darse cuenta de que se alejaba de su casa y se internaba en el bosque. El gato se subió a la cima de un árbol y se quedó allí, asustado. Clifford trató de seguirlo, pero no se fijó en un carro que venía a toda velocidad. El conductor iba distraído con su celular y no vio al perro. ¡Cuidado! -gritó alguien desde la acera. Pero ya era tarde. El carro atropelló a Clifford, casi lo mata. El conductor se bajó asustado y se disculpó. Lo siento mucho, no lo vi -dijo. Clifford estaba muy herido. Sangraba por varias partes de su cuerpo y apenas podía respirar. Su corazón le latía muy fuerte. Hay que llevarlo al veterinario -dijo otro transeúnte que se acercó a ayudar. Entre los dos, subieron a Clifford al carro y lo llevaron al hospital más cercano. Allí lo recibieron los médicos, que lo llevaron a una sala de operaciones. Vamos a hacer todo lo posible por salvarlo -dijeron. Mientras tanto, la familia de Clifford se enteró de lo que había pasado. Estaban muy preocupados por su mascota. Se dirigieron al hospital lo más rápido que pudieron. Al llegar, preguntaron por Clifford. Los médicos les dijeron que estaba en cirugía y que había pocas esperanzas de que sobreviviera. No puede ser -dijo el niño que era el dueño de Clifford-. Él es mi mejor amigo, no quiero perderlo. La familia se abrazó y rezó por la vida de Clifford. Pasaron varias horas. Los médicos salieron de la sala con caras tristes. Lo sentimos mucho -dijeron-. Hicimos todo lo que pudimos, pero no logramos salvarlo. Su corazón no resistió. La familia se quedó sin palabras. No podían creer que Clifford hubiera muerto. Lloraron desconsoladamente. ¿Podemos verlo? -preguntó el niño. Claro, síganme -dijo uno de los médicos. Los llevó a otra sala, donde estaba el cuerpo de Clifford. Estaba cubierto con una sábana blanca. El niño se acercó y le quitó la sábana. Acarició el pelo de Clifford y le dio un beso en la cabeza. Te quiero mucho, Clifford -le dijo-. Gracias por todo lo que me diste. Nunca te olvidaré. Los demás miembros de la familia también se despidieron de Clifford. Le dieron las gracias por haberlos acompañado y por haberlos hecho felices. Al día siguiente, enterraron a Clifford en el jardín de su casa. Le pusieron una cruz de madera con su nombre y una foto suya. Le llevaron flores y le dedicaron unas palabras. Adiós, Clifford -dijeron-. Siempre estarás en nuestros corazones. FIN